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Descubriendo el cuidado de Dios en su creación

Beatrice temblaba al ver los caballos. No tenía experiencia con ellos y su ansiedad se disparaba. Sabía que su consejera la observaba y recordó su sugerencia: interactuar con caballos podría ayudarla a encontrar alivio a su soledad y a su desconfianza hacia las personas. Decir que era escéptica sería quedarse corto.


Oleadas de recuerdos la invadían. Desde que escapó de aquella comunidad tóxica, nunca volvió a ser la misma. Ella confiaba en ellos. Creía en ellos. Eran quienes, según pensaba, la ayudarían a encontrar sentido y propósito en la vida. Pero en lugar de eso, sólo le habían traído confusión y rechazo. ¿Cómo había llegado a este punto? Ya no sabía quién era ni qué era verdad. Oh, conocía el significado de su nombre, " portadora dealegría y felicidad", ¡pero eso no le ayudaba a descubrir quién era en realidad! La alegría y la felicidad habían desaparecido hacía mucho tiempo, reemplazadas por la vergüenza y la

soledad.


Mientras luchaba contra estos pensamientos y emociones, se fijó en un gigante gentil que se acercaba. El caballo parecía percibir su dolor mientras avanzaba despacio, haciendo pausas aquí y allá, como esperando su reacción. Beatrice miró de reojo sus ojos castaños y suaves. Le parecía que el caballo entendía la batalla interna que libraba entre su anhelo de conexión y su temor a volver a confiar en alguien. Pocas personas se tomaban la molestia de mirarla, y menos aún de conocerla, respetarla o hacerla sentir querida. Sin embargo, la mirada de este caballo la hacía sentirse distinta, incluso vista. El cuidado y la ternura que transmitía lograban que se sintiera más tranquila. No la agobiaba, ni la

forzaba, ni invadía sus frágiles límites. Simplemente se acercaba, como quien reconoce que la otra persona necesita compañía y comprensión.


Mientras la consejera de Beatrice observaba, presenció el inicio de un giro sorprendente. A medida que el caballo se iba acercando, Beatrice dio un paso hacia él. Y entonces ocurrió algo hermoso: apoyó su cabeza en el cuello del animal y, con los ojos llenos de lágrimas, le susurró algo al oído.


Esta historia es una combinación de muchas experiencias reales que he presenciado o leído. Están llenas de sanidad y consuelo, en contraste con el trasfondo de maldad que destruye el alma. ¿Qué tienen los caballos sensibles que pueden servir de puente hacia la sanación relacional? ¿Y qué hay de otros aspectos de la creación: contemplar un paisaje majestuoso desde lo alto de una montaña, sumergirse en los sonidos, aromas y colores de un bosque verde, ¿o disfrutar la belleza y fragancia de un jardín florecido? ¿También

estos pueden traer alivio a un alma herida? Por supuesto que sí. Y la investigación lo respalda.


¿Sabías que, en medio de la urbanización creciente, un estudio sugiere que el ciudadano promedio en Estados Unidos pasa el 87 % de su tiempo en interiores y el 6 % en el coche? Traducido: algunas investigaciones estiman que pasamos 339 días al año encerrados y tal vez medio día a la semana al aire libre. ¿Qué nos dicen estas cifras sobre la salud de nuestras almas, especialmente de aquellas profundamente heridas?


Los datos muestran que pasar tiempo en la creación de nuestro Padre se asocia con el alivio de la ansiedad, la mejora del estado de ánimo, genera beneficios neurológicos y cardiovasculares, y un mayor bienestar general. Sentirse mejor implica estar más tranquilo, tener mayor capacidad de concentración, mejor autoestima y experimentar menos síntomas de depresión, ansiedad y fatiga mental.


El abuso espiritual es devastador para el alma. Es un caldo de cultivo para la depresión, la ansiedad, la desesperanza, la fatiga mental y muchas otras heridas emocionales. La persona puede sentirse como un desecho sin esperanza. Su visión de Dios, de la comunidad espiritual y de sus creencias puede quedar distorsionada, tergiversada o descartada. La vergüenza, la confusión y la soledad causan daños emocionales debilitantes. A nivel físico, puede manifestarse en problemas autoinmunes, enfermedades cardíacas y dolor crónico. Las relaciones también sufren: la persona puede perder la capacidad de confiar en líderes espirituales, sentirse aislada, rechazada y traicionada.


Existen diversas formas de tratamiento adecuadas que pueden ayudar a sanar emocional y espiritualmente este tipo de abuso: acudir a terapeutas especializados en trauma, aprovechar los recursos de este ministerio, y apoyarse en amigos y familiares de confianza. Pero consideremos también otra vía de sanación: experimentar el cuidado de Dios a través de su maravillosa creación.


A esta forma de sanidad se le ha llamado ecoterapia o terapia de la naturaleza. Gran parte de lo que se ha escrito sobre el tema se basa en cosmovisiones paganas, budistas o animistas. Lo que yo intento es reconocer los beneficios de la Creación dentro de una cosmovisión bíblica cristiana. Desde esta perspectiva, nuestro mundo tiene su origen en el diseño creativo y los atributos infinitos de Jesús. Sabemos que en el principio Dios creó los cielos, la tierra y todo lo que hay en ellos (Génesis 1; Juan 1; Hebreos 1).


Sabemos

también que sus atributos invisibles se hacen visibles a través de su creación, y que dos de esos atributos son el amor y la relación (Romanos 1). Esto es coherente con la personalidad de Dios como Padre, Hijo y Espíritu Santo (Marcos 1:9-10). Al entender estos atributos bíblicos esenciales, concluimos que Dios es un solo Ser en tres Personas. No son tres seres separados, ni un solo ser con tres roles. En su comunidad santa, Él ES amor y relación infinitos. Ser "persona" implica ser único, con capacidad de pensar, sentir, resolver problemas, distinguir y establecer relaciones. Como autor de estas cualidades, Dios las ha compartido también con los seres humanos, los caballos, los perros y muchas otras criaturas. Los amantes de los animales lo entienden bien, maravillándose ante la “personalidad” de sus fieles compañeros. ¿Y si Dios creó criaturas, además de los portadores de su imagen, que reflejaran su atributo de relación? Entonces, podrían ser ayudantes clave para facilitar la confianza cuando esta resulta casi imposible con otro ser humano.


Como profesional certificado en aprendizaje y terapia asistida con caballos, fui testigo de esto en una sesión con una joven que luchaba contra el trauma, la adicción y la desconfianza. Un caballo llamado Comet, él mismo con un pasado traumático, se dirigió directamente hacia ella. No se conocían, pero ambos compartían historias de sufrimiento, y aun así se encontraron y conectaron de inmediato. Fue el inicio hermoso de un camino hacia la confianza relacional y la sanidad. Conozco a otras personas tan heridas por la humanidad que no lograban hablar con nadie; sin embargo, lograron encontrar su voz al vincularse con un caballo o un perro de confianza. Esa primera conexión les abrió el camino para, más adelante, establecer vínculos seguros con otros seres humanos y así avanzar hacia la sanidad emocional y espiritual. También existen otras maneras de incorporar la creación de Dios como vía de recuperación. Permíteme compartirte algunas.


Naturaleza

Si cuentas con amigos o familiares de confianza, aprender sobre la tierra y asumir retos de supervivencia puede ser terapéutico. La naturaleza nos presenta desafíos físicos que no solo exigen esfuerzo, sino también conocimiento sobre los recursos que Dios nos brinda: plantas comestibles, medicinas naturales, materiales para hacer fuego, filtrar agua, construir refugios, y oportunidades para apoyarnos y cuidarnos unos a otros.


En una clase de ecoterapia para estudiantes universitarios de psicología, quise darles una probadita de la vida en la naturaleza. Era una noche muy fría de enero cuando nos internamos en el bosque para acampar. El reto de esa noche era encender fuego usando chispas de una barra de hierro ("pedernal y acero"), y para ello debían encontrar el material natural adecuado. Los estudiantes lo intentaban uno tras otro, animándose entre sí. Finalmente, al cuarto intento, nació la llama y la emoción, el logro y la camaradería se hicieron palpables. El fuego nos dio la luz y el calor que necesitábamos mientras la oscuridad nos envolvía y preparábamos la comida. La mayoría nunca había vivido algo así. Compartimos historias alrededor de la fogata y entonamos cantos de adoración a la luz acogedora del fuego. Fue un momento de crear recuerdos. Al final, debimos regresar en la oscuridad, cruzando un tronco bajo el cual corría un arroyo frío y rápido. El desafío fue ayudarnos unos a otros a cruzar sin mojarnos ni caernos. Fue una experiencia hermosa, que por un instante nos hizo olvidar las preocupaciones del mundo.


Pasar tiempo en la playa, el bosque, un arroyo o la montaña

Quizás prefieras ir solo. Caminar, pintar, leer, meditar en las Escrituras, observar animales, fotografiar, escribir un diario o simplemente hablar con Dios... Son actividades profundamente relajantes y enriquecedoras que puedes realizar en cualquier escenario natural. Recuerdo haber llevado a esos mismos estudiantes a diferentes entornos naturales. Cada uno elegía un lugar solitario y realizaba alguna actividad: escribir, meditar en las Escrituras o conversar con el Creador. Algunos observaban a una araña tejiendo su tela, a un ave alimentando a sus crías, disfrutaban los aromas a su alrededor o simplemente contaban los diferentes sonidos naturales que podían distinguir. Tras unos 30 minutos, nos reuníamos para compartir lo experimentado. Comentarios como «Nunca me había dado cuenta de lo compleja que es la vida», o «Mi vida está llena de ansiedad, ¿por qué no hago esto más seguido?», o «Sentado junto al arroyo, hacía mucho que no sentía tanta paz», eran frecuentes.


Jardinería

Hay algo especial en sentir la tierra húmeda entre los dedos en un día soleado. Pensar que esta sustancia sustenta la mayoría de las plantas es asombroso. Se le llama "oro negro" porque de ella brotan recursos que nos alimentan, cobijan, abrigan, curan y embellecen. Un suelo sano es clave para la vida terrestre. Trabajar en nuestro jardín siempre ha sido para mí una experiencia refrescante y terapéutica. Me maravilla cómo las criaturas de Dios transforman los desechos de la cocina en oro negro, que luego nutre nuestras plantas. Sembrar, ver crecer, florecer y cosechar es un regalo. Esos frutos se convierten en alimentos, tés, medicinas, jabones y lociones corporales. Participar de este proceso y recordar la parábola del sembrador (Mateo 13:1-23) me hace reflexionar sobre la importancia de estar arraigados en Su Palabra. El enriquecimiento espiritual que trae Su Espíritu es un bálsamo sanador, que da fruto en forma de amor, alegría, bondad,

paciencia y mansedumbre, especialmente cuando se cultiva junto a otros creyentes sanos que desean crecer conmigo.


Aunque vivimos en un mundo caído y lleno de maldad, nuestro Padre celestial sigue en el trono. Su creación sigue dando testimonio de su obra y del diseño maravilloso de muchas de sus criaturas, que reflejan sus atributos invisibles. Él es el Dios verdadero, no el dios distorsionado, controlador y falso que tantos líderes espirituales egoístas intentan vender. Que una semilla importante en tu proceso de sanidad incluya al único Dios verdadero, mientras experimentas su cuidado a través de la creación.

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